5. Materiales y Técnicas

Las hojas de pergamino o vitela (1) se disecaban en un baño de cal y alumbre, se estiraban, se raspaban, tal vez se blanqueaban, recortaban, calaban y rulaban, y después se adornaban con la escritura y la decoración; finalmente se agrupaban en manos de papel, y se encuadernaban en forma de libro o de códice (a menos que fueran documentos de una sola hoja).
Nuevamente, el estudio técnico de la fabricación de los libros nos muestra que, durante el periodo inicial, los “scriptoria” insulares formularon sus propias respuestas para con la antigua práctica, que difería en varios aspectos de las técnicas continentales. La membrana insular a menudo es gruesa y gamuzada, o rígida y “celulósica”, mostrando pocos contrastes entre los lados del pelo y de la carne (a diferencia de sus homólogos antiguos y continentales, que tienen un marcado contraste, con folículos pilosos que a menudo motean los lados del pelo más amarillo).

Las manos eran por lo general de diez o de ocho (cinco o cuatro hojas dobles, o bifolios, plegadas en cuadernillos), siendo ocho el número normal en Inglaterra tras las reformas y la fuerte influencia mediterránea de cerca del año 700.

Un bifolio se podía escribir de a un folio por vez: queda así un texto no continuo, prestando mayor interés al diseño en vez del tiempo; pero igual las hojas se organizaban en “manos” antes de escribir, y se calaban (en los cuatro márgenes) y rulaban con un punzón, para guiar las líneas de escritura. En el continente, los bifolios se calaban solamente en sus márgenes externos, y se rulaban en línea recta, antes de plegarlos. La membrana era muy costosa y solamente los irlandeses ocasionalmente prescindían de rular sus evangeliarios de bolsillo, donde el bloque de texto era tan condensado que virtualmente se guiaba solo.
La cantidad de pieles usadas variaba de acuerdo con el carácter y el tamaño del libro. Para los Evangelios de Lindisfarne, una obra grande y lujosa, se necesitaron no menos de 127 pieles de becerro.

En ocasiones se hicieron experimentos con técnicas continentales, especialmente en el entorno hiberno-sajón durante el siglo VII, en Canterbury durante la primera mitad del siglo IX, y en Wessex a principios del siglo X. Todas estas son áreas donde, históricamente, se podía esperar una mayor influencia continental. Con el advenimiento en Inglaterra de la escritura minúscula carolina, a partir de mediados del siglo X, también se adoptaron los métodos continentales de preparación en general (aunque persistieron algunos aspectos insulares, como por ejemplo el lado piloso formando la parte exterior de las manos de papel).

Encuadernaciones

Las manos ensambladas se cosían y se pegaban. Por lo general, se cosían con una serie de cordones de cuero (curtido al alumbre), cuyos extremos eran insertados en agujeros y canales perforados en gruesas tablas de madera (preferentemente de roble u otra madera dura, para evitar los gusanos) y asegurados con clavijas de madera.

Se cosían guardas en los extremos del lomo para consolidar aún más la encuadernación, y tanto las tapas como el lomo se podían revestir con cuero húmedo que se podía moldear sobre un diseño, trabajado con un patrón, y/o adornado con accesorios de metal. Los cordones también podían servir para atar las tapas en los bordes exteriores: con esta presión se evitaba que la membrana volviera a tomar la forma original.

Han sobrevivido muy pocas de estas encuadernaciones, aunque todavía quedan dos ejemplos del siglo VIII asociados con San Bonifacio, y las fuentes pictóricas complementan los conocimientos que pueden obtenerse a partir de la investigación arqueológica de los rastros dentro de los mismos libros, muchos de los cuales fueron posteriormente encuadernados de nuevo.

Un notable sobreviviente de la encuadernación anglosajona es el Evangelio de San Juan, que posiblemente fue entregado como obsequio a la ermita de San Cutberto por parte de las comunidades de Wearmouth/Jarrow, cerca del año 698. Lo que es fascinante, es que la técnica de encuadernación difiere de la anteriormente descrita en que las manos están cosidas entre sí con hilo usando dos agujas, en lugar de estar cosidas a soportes –una técnica utilizada en el Egipto de los coptos.

Además de la forma de códice, se heredaron de la antigüedad las tabletas de cera (y siguieron estando en uso hasta el presente siglo). Las tablas de madera, a veces en conjuntos unidos entre sí con correas de cuero, se ahuecaban y se les echaba cera, sobre la que se escribía con un punzón de metal o de hueso (stylus), que a menudo tenía un extremo triangular utilizado para borrar. Eran reutilizables y podían servir para la redacción de borradores, para la enseñanza, o incluso como temas “exóticos”. Sobreviven dos ejemplos insulares de estas tabletas, junto con numeroso “styli”.

Pigmentos

Una temprana predilección por un pigmento tricolor, consistente en rojo (plomo rojo), verde (verdigris, un sulfato de cobre) y amarillo (oropimente, un trisulfuro de arsénico) dio paso a una paleta más amplia con el aumento de la influencia mediterránea, que se ve en el Codex Amiantinus y los Evangelios de Lindisfarne a comienzos del siglo VIII.

Se incorporaron extractos de varios minerales (por ejemplo, malaquita y azurita), plantas (yerba pastel, heliotropo), y animales (kermes, un tinte de insectos) que podían ser mezclados con clara de huevo clarificada (clarea) como medio aglutinante esencial (aunque se sabe que se utilizaron aditivos que van desde la orina rancia hasta la cera de oídos, durante la Edad Media, para lograr el efecto colorista deseado).

Se podían usar hojas de oro, pegadas con cola de pescado o goma, bruñidas o no; o se podía pulverizar el oro para lograr una tinta o una pintura más costosa. La mixtura de pigmentos extendió el rango aún más (técnicas vistas en sus extremos en el Libro de Kells).

Desde el siglo X el uso del color cambia de alguna forma, aunque los pigmentos siguen siendo en esencia los mismos (incluso hasta el siglo XIV): el dibujo con tinta utiliza suaves aguadas de color, o contornos coloreados, mientras que la pintura plena usa pigmentos más gruesos y a menudo se les da sustancia y opacidad a los colores agregándoles plomo blanco.
Todo dibujo y trazado se hacía generalmente en tinta o con una punta de metal, con una punta de plomo (que deja marcas que parecen a un lápiz) usado a veces a partir del siglo XI. Aparece también una substancia semejante a la tiza, y para ayudarse en el trazado comienzan a usarse los compases. La tinta en general consistía en bugalla (agalla de roble) mezclada con carbón (negro de lumbre) y/o extracto de hierro. Se empleaban tanto las plumas como los pinceles, y en ocasiones se recurría a un cuchillo para borrar.

(1) (el pergamino técnicamente es la piel de oveja o de cabra, y la vitela es la piel del becerro, pero se conserva como término genérico el de “pergamino”)


Galería de Imágenes



The Old English Illustrated Hexateuch (Antiguo Hexateuxo Inglés Ilustrado)
Siglo XI, segundo cuarto de siglo; Canterbury. Las tres ilustraciones que se presentan aquí provienen de esta traducción del antiguo inglés de los primeros seis libros del Antiguo Testamento, y representan las etapas de la ejecución de las miniaturas. (BL Shelfmark Cotton MS Claudius B.IV, f.144.) The British Library.
The Old English Illustrated Hexateuch
Siglo XI, segundo cuarto; Canterbury. El homilista Aelfrico tradujo gran parte de esta traducción del Antiguo Inglés de los seis primeros libros del Antiguo Testamento, que contiene un extenso ciclo de ilustraciones, de probable inspiración en la Antigüedad Tardía o la época bizantina. Esta miniatura ilustra sobre el trazado con un punzón y la pintura. (BL Shelfmark Cotton MS Claudius B.IV, f.92v.). The British Library.
The Old English Illustrated Hexateuch
Siglo XI, segundo cuarto; Canterbury. Esta miniatura final, es una pintura plena y dibujo en tinta. (BL Shelfmark Cotton MS Claudius B.IV, f.63v.)The British Library.



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Fuente: An Introduction to Anglo-Saxon Manuscripts
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